De la realidad virtual a la hiperrealidad

La creciente evolución experimentada por los algoritmos de visión artificial ha alumbrado un nuevo camino de sensaciones para obtener información del mundo que nos rodea que nos lleva más allá de nuestros sentidos, nos ayuda a ir por el mundo si éstos no nos responden o sitúa las búsquedas de información más cotidianas en una nueva dimensión.
Recuerdo que hace justo cuatro años (ver La nueva burbuja virtual, Junio 2015) todo parecía apuntar al mundo de los juegos y las redes sociales, como grandes impulsores de los avances en realidad virtual y aumentada (VR/AR) ofrecidos por compañías como Oculus VR, Google o Microsoft, con diferentes dispositivos (Rift, Glass, Hololens) y destinados a poblar nuestras vidas de espacios virtuales cada vez más inmersivos y sugerentes, todo sin salir de nuestro cuarto de estar.
No faltaron multitud de mejillas pegadas a un pinganillo, explicándonos las bondades de tener una experiencia inmersiva para casi cualquier actividad humana. Y todos andamos “cazando moscas” durante un tiempo -incluso M. Rajoy que entonces era el paradigma de la realidad real– deslumbrados por la posibilidad de acceder a una especie de “metavida” o “vida sobre la propia vida” que por fin alcanzaba su madurez tecnológica. Sin embargo, algún tiempo después de aquello, parece que el espejo continúa mostrando lo mismo cada mañana sin demasiado glamour virtual, al menos así viene ocurriendo en Carabanchel y sospecho que en más lugares. Todo ello sin desmerecer en absoluto lo que hay delante del espejo de cada uno, por supuesto.
¿Cuestión de tamaño de los dispositivos? ¿Casos de uso?.. Difícil diagnosticarlo. Descartada hace tiempo la barrera del precio, lo cierto es que la realidad virtual (VR) parece haber ralentizado su ritmo de avance y actualmente no ofrece demasiados estímulos, más allá de echarle un vistazo virtual a la piscina de nuestro próximo destino vacacional o conocer el aseo de un piso en venta. Tal vez el diagnóstico sea tan prosaico como que ya perdemos bastante la atención con memeces -perdón, memes– en el mundo real, como para hacerlo virtualmente.

Sin embargo, otros fenómenos que arrancaron a la par en esa oleada, como es el caso de la realidad aumentada (AR) y su combinación con la visión por ordenador, parecen haber resistido mejor el efecto de esa burbuja virtual, mostrando una excelente salud y mejor pronóstico para los próximos años
Sea por la creciente demanda en la sociedad para acceder a una tecnología verdaderamente útil e inclusiva, donde personas con algún tipo de discapacidad puedan ganar autonomía en su día a día. O por la aparente simplicidad que guía su planteamiento: utilizar dispositivos ligeros y personales que ya utilizamos a diario constantemente. O por su carácter netamente funcional, donde la idea es obtener más información del mundo material de la que perciben nuestros sentidos, en el momento justo y de manera instantánea, de una manera bastante natural en realidad.
Caminamos hacia una “hiperexistencia” donde la simple percepción física de la realidad ya se nos ha quedado pequeña. Y hemos establecido un nuevo diálogo con el mundo que nos rodea gracias a tecnologías como AI, VR, AR, IoT y la manida 5G, de eso ya no cabe duda. Nuestros ancestros ya lo hicieron con éxito hace 12.000 años para sobrevivir, en la transición del Paleolítico al Neolítico. Ojalá eso nos inspire, porque es muy urgente que volvamos a cambiar nuestra relación con el entorno o esta vez no sobreviviremos.